¿El hecho religioso de mi vida, me ayuda a conocerme a mí mismo?
Hans Küng, en su libro ¿Existe Dios?, haciendo referencia del pensamiento filosófico de Blaise Pascal en torno a la comprensión del hecho religioso visto desde la razón, y en medio de este panorama racional, apunta lo siguiente: “Hay que conocerse a sí mismo… para él (Pascal) no sólo cuenta la naturaleza del hombre en abstracto…”
Para conocerme a mí mismo y saber de dónde vengo y hacia dónde voy, tengo que partir de mi historia personal, esa experiencia que yo tengo, y que día a día me va llenando de muchas situaciones positivas y a mejorar, de personas y de hechos significativos, de actuaciones en donde en ocasiones soy protagonista y muchas otras soy el mejor antagonista, y en fin, un sin números de cosas que se van acumulando en mi vida, y que van llevando un ritmo dentro de la historia de la humanidad.
Y dentro de mi historia personal tengo que reconocer la actuación de un Ser Transcendente, que cada vez se hace muy vigente en mi vida, en mi actuar y en mi realidad como criatura, pues de Él solo recibo muchos beneficios e incluso me genera confianza para seguir mi camino, ver hacia adelante y estar firme en todas las necesidades.
A esta actuación de Ese Ser Transcendente dentro de mi Historia Personal, la llamo El Hecho Religioso, que en otras palabras es aquello que le da sentido y valor a mi vida, y es tan fundamental, que desde pequeño soy conciente de su Grandeza y de su Belleza y que se manifiesta en mi interior, y más aún, siempre se me inculcó el valor de la necesidad hacia Él, el valor de responderle a Esa Transcendencia; quiere decir que este hecho es muy antiguo en mi vida, y lo digo con toda confianza, va desde antes de mi concepción, pues esta experiencia tan especial no es improvisada y mucho menos puesta de la noche a la mañana, es un hecho que cruza los límites del pensamiento moderno, que solo se limita a reconocer la presencia del Transcendente y nada más, pero no se preocupa por meditar los hechos que han sido significativos y que gracias a esta presencia se puede avanzar y buscarle el verdadero valor a la vida y al mundo entero.
Y sobre el mundo, Hans Küng nos habla de que “el hombre, por principio, no está frente al mundo, sino en el mundo”[3], y esto es verdad, porque tengo que reconocer que yo hago parte de un mundo, de una realidad puntual y concreta, en un aquí y un ahora y mas con mi hecho religioso que está dentro de mi historia personal, hago una experiencia de vida dentro en de la línea de tiempo que día a día se hace más plena, porque cuenta con mi actuar dentro de ella, con esto quiero decir que me siento protagonista de mi mundo. En otras palabras, el hombre debe de saber y conocer su realidad, su contexto, su mundo, para que así le pueda dar solución a un sin número de interrogantes que tiene de su vida: ¿para qué existir?, ¿alguien me quiere?, ¿si valgo algo?, pues partiendo de la comprensión de sí mismo y de su mundo, se puede decir que la experiencia con lo sagrado (entiéndase como lo bello, lo misterioso, lo que irrumpe, lo heterogéneo) es más fuerte que la experiencia con lo profano (entiéndase como lo común, lo rutinario, lo normal, lo homogéneo).
Y estando en el mundo, lo profano y lo sagrado juegan un papel fundamental dentro de mi historia personal, pues estas dos experiencias irrumpen en mi vida y hacen de ella una especie de “péndulo”, en un “vaivén”, es decir, que vivo dentro de esta dinámica de movimiento: en las mañanas estoy en un espacio y tiempo sagrado, la oración tanto personal como comunitaria, luego paso al salón de clases a recibir una doctrina nueva, por lo tanto es un tiempo y espacio profano, y así se pasa mi cotidianidad, haciendo irrupción de lo profano por medio de lo sagrado.
Continua diciéndonos Hans Küng en su libro: “para él (Pascal) no sólo cuenta la naturaleza del hombre en abstracto. Si no, ante todo, el hombre histórico concreto, tal como vive en su mundo, en su cotidianidad”[4]. Esto nuevo que pasa en mi vida por medio de lo sagrado y lo profano irrumpe por completo en mi cotidianidad y me ayuda a ser mejor persona dentro de una sociedad, quiero decir, que esto nuevo que irrumpe en mi cotidianidad es algo inherente a mí, es algo que llevo en mis “entrañas” y me genera felicidad y realización plena.
Y construyendo esta realización, a través de mi cotidianidad, e incluso partiendo de la comprensión de mí mismo y de mi mundo, puedo experimentar que lo sagrado y lo profano no es casualidad en mi vida, sino que se trata de “una decisión del hombre entero”, que en palabras de Pascal sería como la “apuesta” que le hago a mi vida; o tomo a Dios para mi vida o lo dejo, si lo tomo gano mucho pero si lo dejo pierdo mucho.
Es clara esta afirmación de Pascal con respecto a su teoría de la “Apuesta”, O TODO O NADA, y para esto tengo siempre que acudir a “la decisión de cada día”, la cual he hecho desde siempre, tomar a Mi Transcendente como el centro de mi historia personal y jugármela toda por seguir a Jesucristo Obediente, Pobre y Casto; y este es mi hecho religioso, esta es mi realidad, mi mundo, mi espacio, mi conocerme a mí mismo; pero este hecho no lo comprende la sociedad porque se convierte en un signo de contradicción, en una contravía de lo común y corriente, es decir, en “no estar en lo normal”.
Pero de algo estoy totalmente seguro, y es que este Hecho Religioso me da la Felicidad que tanto se anhela y se busca, se pelea y se mata por conquistarla, porque parte de conocerme a mí mismo, de reconocer que tengo una Historia Personal, en donde Mi Ser Transcendente actúa en el mundo, por medio de lo sagrado, irrumpiendo la experiencia de lo profano, e incluso me lleva a que día a día pueda apostar por Él sea lo que sea.
Jonathan Gabriel Ocampo Ríos, Pía Sociedad Salesiana Síguenos >>>[slideshow_deploy id=’2403′]